domingo, 30 de marzo de 2014

ESTAMBUL (AGUAS ENTRE DOS MUNDOS)

El vuelo de Turkish Airlines en el que deposito nuevas y potenciales esperanzas de regresar al Asia Menor; aquel que devuelve mi mente y cuerpo, todavía fascinados por la chispeante vida de una ciudad tan bulliciosa y diversa como occidentalizada, a la rutina de la tierra valenciana ya desprovista de sus "fallas"...ese mismo vuelo que aún ahora me conduce a través de un brumoso Mediterráneo, será mi plataforma aérea de reflexión y análisis sobre este viaje fugaz, fugitivo y figuradamente necesario en el que me he embarcado (¿aereado?) para reconstruirme un poquito después de un semestre de actividad suprema. Debido a lo extenso de mis percepciones de viajante ávido de información, recalaré en tres posts que permitan una mejor digestión de la experiencia a mis acompañantes lectores y una visión más pormenorizada del cúmulo de sensaciones que guardo embutidas en la maleta del alma. Por esa razón, y como ya hice con New York, este viaje constará de tres partes. He aquí la primera. 
    Reconozco que la
globalización merma un poco el 
encanto de una ciudad que debiera rezumar "diferencia" y "exotismo" a 
raudales. Pero, bien es cierto, que si te alejas de lo que viene siendo la zona candente, céntrica y monumental... encuentras la esencia de la antigüa Bizancio. El comercio constante, el trasiego de viadantes, ciudadanos y turistas buscando el ferry adecuado o 
el bus que te deje allí donde nadie 
más se atreve a llegar, la vida 
inalterable de artesanos, artistas y vendedores de toda índole... 

 Los olores tienen su peso específico... olores que se alejan del clásico kebab, gofres o castañas tan 
profusos como tediosos... y que se acercan más a la vida sin máscara, esa que en ocasiones se perfuma de orín, gasolina o tierra recién mojada por la lluvia y que es tan cierta como las sensaciones que activa en los cinco sentidos. Los colores muy vivos y especialmente representados por el ocre del interior de las mezquitas, el azul intenso del mar y del cielo, el blanco-mármol de los monumentos y el verde de una tierra que esperaba, erróneamente, más yerma... Sí, eso es, olores y colores...
    Pues bien...Ha habido un poco de todo; la monotonía del sempiterno recorrido desde Sultanahmet hasta Puente Gàlata nos obligó a salir del manido circuito, casi mecánico, para impregnarnos de otras imágenes y vivencias que mi buen amigo "Manuel" supo recomendarnos tan bien y que le agradezco de todo corazón. Ahí comenzaba el descubrimiento. Hay que perderse, sin duda.


Muchos aspectos de la ciudad han llamado 
mi atención de forma singular. Por una parte diré que me ha alucinado por completo la 
buena convivencia de los Turcos con esa supuesta anarquía que tan injustamente les abandera (no sólo 
en la conducción, también en su forma de vivir). A mi me han parecido un pueblo muy bien estructurado, muy social, abierto e integrador. Mucho menos agresivo que el pueblo marroquí (encantador por otra parte) a la hora de abordar clientes potenciales (El zoco de Marrakech me resultó infinitamente más estresante que el Gran Bazar o el Bazar de las especias) y muy al tanto de los bloqueos, lagunas y pérdidas de los turistas una vez dentro 
de esa mole de 12 millones de habitantes que es Estambul. Por otra parte me ha resultado muy curiosa la familiaridad y 
cordialidad con la que perros y gatos conviven de forma equilibrada entre autóctonos y foráneos (Nunca olvidaré la estampa de un enorme perro cruzando una avenida por el paso de cebra sin alteración ninguna y con el total respeto de conductores y viandantes nada agobiados por la espera) . La razón de esa presencia desorbitada de mascotas autónomas por toda la ciudad guarda relación con una decisión municipal de saneamiento y protección. Todos esos animales están castrados, bien nutridos y con su pertinente chip de control; aunque lo de castrar animales siempre me chirría un tanto, el motivo es evitar una excesiva reproducción y el sacrificio masivo de un sinfín 
de criaturas inocentes en un matadero... Una prueba más de lo evolucionado de su cultura... Lo mejor es que fue una medida promovida por el propio pueblo, votada y aceptada por la mayoría. Ahora el pueblo los cuida y se hace responsable de todos ellos ¡Me encanta! Y me emociona mucho poder ver una armonía tal.

















Lo del burka ya, es otro cantar... No está generalizado en absoluto...
 El pañuelo en la cabeza sí... y normalmente de colores juveniles... Pero suficiente ver a una mujer toda de negro de pies a cabeza (Algunas ni siquiera con la mirada desvestida) para sentir un rechazo inevitable. Es cultural, está claro...pero la amputación de la libertad, esa gran restricción... la vive y asume la mujer a solas. Turquía es un patriarcado, detalle innegable cuando observas que el 80% de los habitantes que viven la noche de la ciudad, son hombres. Hombres creando sus pequeños grupos de charla en la calle donde la mujer no tiene ninguna cabida. El machismo está claramente instaurado, pero el sufragio universal femenino en Turquía fue abanderado y precoz respecto de otras sociedades más, digamos, desarrolladas y democráticas. Una extraña contradicción que no deja de sorprenderme... En las mezquitas, las mujeres atrás y algunas escondidas tras mamparas. Yo no puedo salvar esa barrera cultural...pero Estambul ofrece la posibilidad del respeto hacia opciones que nos resultan alejadas y repudiables. Por lo demás... Un deleite pasear sin más propósito que observar... Espiar a los pescadores en el Puente Galata, refugiarme en la intimidad que otorga el objetivo, comer bocata de sardinas del Bósforo y baklavas, cruzar a Asia, oler a comino, curry y jabones en los Bazares, perseguir puestas de sol, extasiarme con la luz que inunda la ciudad, tomar café turco, caminar bajo la imponente sombra de Santa Sofía... tantas cosas... Quedáis invitados...




miércoles, 12 de marzo de 2014

MAGNOLIA


    Una amiga mía insistió hasta la desesperación para que la viera (le faltó la súplica... Pero es muy digna ella y desistió a tiempo...) Sin embargo, la vida tiene esas cosas curiosas... esos intringulis que te llevan hasta el lugar adecuado y el momento propicio para alcanzar un visionado que se ha hecho esperar, tal vez, demasiado...En fin, hace poquito cayó en mis manos sin yo buscarlo (como me gusta a mí que sucedan los acontecimientos importantes...) y he de reconocer que fue una de las mejores sorpresas cinematográficas que me he encontrado a lo largo de los años... Magnolia, de Paul Thomas Anderson (Director de "The Master" y " Booggie nights" entre otras pelis...) es un viaje profundo hacia la miseria del ser humano y hacia el desenmascaramiento del alma atrapada en actitudes, mentiras y engaños que, por lo insoportable de su carga, necesitan ser liberados. La propuesta coral de historias entrelazadas, que tantas alegrías ha dado al cine independiente americano, tiene en esta pieza un exponente virtuoso de vidas conectadas entre sí por exiguos canales que evacuan, a duras penas, los conflictos existenciales de sus protagonistas. Conflictos que hablan de arrepentimiento, negación, frustración, represión, inocencia interrumpida y corazas. Conflictos que el autor sabe descomponer con un cuidado minucioso que emana amor hacia sus criaturas y que desprende una ternura brutal que, sinceramente, me ha conmovido más allá de lo meramente cinematográfico. Son todos deliciosos en su fragilidad y destilan incertidumbre y búsqueda como lo haríamos los seres reales en esos nefastos y aún dolorosos capítulos de nuestras vidas. No desvelaré nada trascendente sobre ella, me interesa mucho ofrecer una invitación sincera a los que no la conozcan. Diré, sin embargo, que hay tres momentos muy poéticos que acariciaron mi alma... El inicio...(Que recuerda a esa enorme Amelie) ...un fragmento sobrecogedor de los personajes principales en el que cantan una canción que me estremeció hasta el tuétano... y una lluvia de anfibios que partiendo de preceptos apocalípticos desemboca en un clímax absolutamente catártico y necesario... una limpieza colectiva sin edulcorantes y sin olvido. Grandes interpretaciones de todos, con mención especial para Tom Cruise (que no es santo de mi devoción) y Julianne Moore (Que sí lo es, sin excepción)...Un metraje de tres horas que transcurre ágilmente gracias a su B.S.O y su fantástico trabajo de montaje y una historia de esas que, a los que nos gusta escribir, nos despierta el apetito de contar nuevas historias que hablen de cosas de verdad... por muy inverosímiles que puedan resultar en un momento dado. A por ella...