Cuarenta años de vida, sin olvidar la muerte ni sus
condenas que tanto enseñan. Cuarenta pasos queriendo querer sin torcer el
hocico, alimentando el alma de ecos y voces cálidas, de palabras bonitas,
desnudas y amargas, de sonrisas y alientos, de caricias…cómo no… llenas de
buena intención. Obstinado a veces, otras tantas ávido de reposos improbables; siempre
curioso eso sí, espiando entre juncos mientras el horizonte florece con
destellos que se encaraman a mi mochila para no descender jamás. La inquietud,
ese arma de doble filo, que evoca mis desvelos y despierta la fascinación por
aquello que cosquillea las entrañas, aquello de lo que me es imposible
prescindir… qué carga y qué deleite, aditivos de una vida voraz que intento
domesticar cada día. Cuarenta formas de emprender el camino, ese que conduce de
nuevo a las raíces, las mismas que si se niegan te convierten súbitamente en
sombra o en nebulosa perpetua haciendo de la vida un tránsito y de ese tránsito
una tortura de vacíos y noches. Camino que procuro pintar con los colores que
despiertan tanto mi melancolía, como alguna risa fugaz adormecida bajo la copa
de un árbol. Cuarenta miradas vigilantes que protejo y admiro, que consiguen elevarme
con frecuencia… Que provocan lágrimas dulces y un deseo loco por entregarles
los mejores versos, los que aún no escribí… los que pudieron ser dichos en el
tiempo… los que evocaron emociones o recuerdos alguna vez, en algún corazón.
Cuarenta instantáneas de los viajes del inconsciente y también de mis pasos por
este loco planeta, cuarenta escenas interpretadas o guiadas, sentidas o proyectadas en
este hemisferio de mi Ítaca… Cuarenta respuestas seguramente…o no? Quién puede
saberlo. Prefiero ser ignorante. Seguiré investigando las características del crepúsculo,
para ver si aprendo a describir los tonos de una despedida sin resultar dramático…
Tengo el resto de mis días, los que sean, para alcanzar ese elixir… Agradecido
quedo con cuantos me quisieron, quieren, quieran o querrán algún mañana
desconocido. El “Ser, hoy y aquí" resulta un tanto vacío sin su contenido, sin lo andado. Yo soy, o he sido, caminante porque voces sabias me enseñaron a hacerlo. Nada soy ni seré si
olvido esa circunstancia. Así pues cierro los ojos… respiro… y cuento hasta
cuarenta.